lunes, diciembre 11, 2006

Globos cordobeses vi

Volviendo hacia mi trabajo desde la agencia de casting del relato anterior a éste, me tomé un taxi (tardé 25 minutos en conseguir uno en la calle frente al Teatro San Martín. Tuve que caminar 7 cuadras alejándome de Corrientes para encontrar uno libre, que estaba en esa condición simplemente porque el pasajero anterior se bajó delante mío).
Ya en el taxi, sumergido en el tránsito vespertino de la avenida Córdoba, miraba por la ventana. De repente apareció junto al auto otro taxi. Era una pequeña camioneta, con asiento trasero y baúl, y estaba íntegramente repleto de brillantes globos inflados. No entraba ni un solo globo más. El taxista iba sólo, con los cincuenta globos que hacían de pasajero, y una sonrisa de oreja a oreja dibujada en su rostro. Miraba hacia delante, manejando, y parecía estar inmerso en un trance. Lo observé durante varias cuadras, y él nunca se percató. No le molestaba el tráfico, no lo incomodaba el agobiante calor, no lo irritaban las decenas de bocinas de alterados conductores. Él iba feliz con sus globos.
Hay dos clases de pasajeros: aquellos que hablan con el conductor durante el transcurso del viaje y aquellos que no. Yo pertenezco al segundo grupo, y me digno a contestar monosilábicamente si es que aparece una conversación.
Esta vez inicié yo la charla. Detenidos ambos autos en un semáforo, le dije al taxista que me estaba llevando “que loco eso”. Me contestó relatándome un día en que le quisieron usar el taxi de flete para llevar un televisor, una mesita y un par de sillas y él se negó. Yo le dije “a él debe ser la mejor mensajería que le tocó en su vida” mientras me contenía de cambiarme de taxi y acompañarlo a entregar los globos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

me desilusiono cada vez que entro para ver si hay algo nuevo y no veo movimiento.

7/3/07 1:27 p. m.  

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