El parador
Salimos del parador y caminamos unos metros por el playón hacia la ruta. Era justo donde la avenida doblaba a la izquierda para llegar al puente. Los manchones de luz, matemáticamente dispuestos a la largo del camino, nos permitían ver la desierta vereda que se perdía a lo lejos. A esta altura del viaje, ya faltando tan poco por llegar a nuestras casas, las pesadas mochilas ya habían perdido todo su peso, fusionados con nuestros cansados cuerpos, jorobas que fueron creciendo sin que notásemos el momento de su aparición. Los autos, y más que nada los colectivos, pasaban delante nuestro con una frecuencia que delataba la cercanía con la ciudad. Era toda una novedad, dado el poco movimiento al cual nos habíamos acostumbrado a lo largo de los días que pasamos alejados de la urbe. No caminábamos tan cercanos unos a otros. Nos aproximábamos al final del recorrido, y esas ansias de llegar cada uno a su puerta, y a su cuarto, y a su cama, hacían que esa sociedad que habíamos formado, sin explicitarla como tal, se fuese disolviendo durante el regreso y ya casi no existiese. Había durado quince días, dos semanas de vida fue tiempo más que suficiente para conformarla, establecer normas de convivencia, y perdurar sin grandes contratiempos ni posibilidades de ser volteada por algún integrante golpista, quien no estaba de acuerdo con la sopa enlatada del día o la ubicación del campamento de turno. Ahora cada uno por sí solo, sin tener que compadecer ante los demás integrantes de esa sociedad en ocaso, diagramaba su rumbo, ese que lo llevaría a su morada para tumbarse y lograr descansar merecidamente. En ese caminar desparejo se oyeron a lo lejos frases dispersas, que no llegaban a ser opiniones, sobre cómo convenía emprender ese último tramo. “Busquemos un taxi” dijo alguien. Pero en todo ese rato que pasó desde que salimos del parador yo no vi pasar ni uno solo. Todavía no habíamos entrado a la ciudad y ese no parecía ser un lugar donde transitasen muchos taxis. El 14, el 23, el 405, ninguno de los colectivos que veia me resultaba familiar, pero comencé a pensar en la idea de que cualquiera me serviría para cruzar el puente y entrar en la ciudad. A pesar de dos o tres personas que caminaban por ahí, no había gente en la calle, y la oscuridad de la noche en ese parador desolado hacían que no quisiese pasar mucho más tiempo parado esperando resolver como llegar a casa. Distinguí un grupo de hombres acercándose por el costado del camino, y cierta desconfianza hizo que empiece a caminar hacia el puente deseando encontrar en ese trayecto algún vehículo para lograr cruzar el río sobre el que colgaba el puente. Eran alrededor de cincuenta metros, y caminé la gran mayoría del recorrido de espaldas, mirando para ver si se acercaba el taxi o colectivo que me acogiera y me tranquilizara en su interior, alejándome del supuesto peligro de la zona y los desconocidos que la transitaban. Presentí que ese lugar era una región donde forajidos abordaban a sus víctimas en la noche, la frontera donde la ley y la policía ya no tenían nada que hacer. El último recuerdo que tengo de haber visto a alguno de mis amigos esa noche fue cuando ya casi estaba llegando al puente y vi que uno de ellos estaba todavía sobre la ruta, cerca del parador. Alguien se le acercó, alguien que salió del parador. Fue en ese mismo instante que por el rabillo del ojo logré ver una persona que se paró delante de mí. Instantáneamente detuve mi paso y giré la cabeza para mirarlo. Fue demasiado tarde.
Es una verdadera pena que uno no tenga control sobre la duración de los sueños y cuando se terminan. En general, es al revés y el final te toma por sorpresa. Supongo que si no fuese así nunca despertaríamos.
Es una verdadera pena que uno no tenga control sobre la duración de los sueños y cuando se terminan. En general, es al revés y el final te toma por sorpresa. Supongo que si no fuese así nunca despertaríamos.
3 Comments:
Ey, Mat, finalmente entré al blog. ¡Enhorabuena! Es verdad que es un ejercicio de constancia pero también es un lugar donde hablar de uno mismo mientras simula que habla de los demás.
Abrazo grande desde París.
salute. ayer sogne que era un jugador de futbol profesional. tenia la responsabilidad de patear un penal que definiria algo. pero desperte, calculo que un poco por miedo a petearl pero en definitiva porque sono el telefono de mi casa.
los sueños , sueños son......
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